
En Hombre Consciente tomamos en serio las vivencias de nuestros miembros. No creemos en etiquetas vacías ni en burlas disfrazadas de análisis. Aquí, cada experiencia es una oportunidad para reflexionar, aprender y crecer como hombres que buscan vivir con autenticidad y responsabilidad emocional.
Hoy compartimos el testimonio de uno de nuestros miembros, Andrés, quien ha decidido hablar abiertamente sobre su experiencia como simp. Este término, cada vez más común en redes sociales, suele usarse de forma despectiva para describir a hombres que muestran una devoción excesiva hacia las mujeres, especialmente cuando esta no es correspondida.
Pero detrás de esa palabra hay una historia humana. Andrés nos cuenta cómo llegó a vivir en función de la aprobación femenina, qué consecuencias tuvo en su autoestima y cómo, a través de la comunidad, comenzó a reconstruir su identidad masculina desde el respeto propio.
Este artículo no busca juzgar, sino comprender. Porque en Hombre Consciente, creemos que el primer paso hacia una masculinidad sana es el reconocimiento honesto de nuestras heridas.
La situación de Andrés el simp
Durante años viví convencido de que ser un buen hombre significaba estar siempre disponible para las mujeres. Pensaba que si era amable, atento, generoso y emocionalmente accesible, sería valorado, amado y respetado. Pero la realidad fue muy distinta. Lo que recibí a cambio fue indiferencia, manipulación emocional y una profunda sensación de vacío.
No entendía por qué, si hacía “todo bien”, las relaciones no funcionaban. Hasta que descubrí el término simp.
¿Qué significa ser un simp?
El término #simp es una abreviación de “simpleton”, que en inglés significa “ingenuo” o “tonto”. En el contexto actual, especialmente en redes sociales y comunidades masculinas, se usa para describir a hombres que muestran una devoción excesiva hacia las mujeres, especialmente cuando esta devoción no es correspondida.
Un simp suele:
Priorizar los deseos y necesidades de las mujeres por encima de los propios.
Buscar validación femenina como fuente principal de autoestima.
Tolerar comportamientos irrespetuosos con tal de mantener la atención o el afecto.
Confundir amabilidad con sumisión.
Creer que el amor se gana a través de sacrificios constantes.
Aunque el término se usa a menudo de forma burlona, detrás de él hay una realidad emocional que muchos hombres viven en silencio.
Mi experiencia como simp
Mi nombre es Andrés, tengo 31 años y soy parte de la comunidad Hombre Consciente. Durante mucho tiempo, fui el típico “chico bueno” que estaba ahí para todo. Escuchaba problemas, daba consejos, hacía favores, pagaba cenas, enviaba mensajes cariñosos… todo sin recibir reciprocidad emocional ni afectiva.
Las mujeres me decían que era “un gran amigo”, “un hombre increíble”, pero nunca me elegían como pareja. Me usaban como apoyo emocional mientras salían con hombres que no mostraban ni la mitad de mi interés. Esto me generaba frustración, resentimiento y una profunda confusión sobre mi valor como hombre.
Me costaba poner límites. Tenía miedo de parecer egoísta o agresivo. Me habían enseñado que ser masculino era peligroso, que debía ser suave, comprensivo, siempre disponible. Pero esa versión de mí no era respetada, ni deseada.
El punto de quiebre
Fue en una conversación dentro de Hombre Consciente donde por primera vez escuché a otros hombres describir experiencias similares. Me di cuenta de que no estaba solo, y que lo que vivía tenía nombre: simping. No era simplemente “ser bueno”, era una forma de autoabandono disfrazada de afecto.
Empecé a reflexionar sobre mis patrones de comportamiento. ¿Por qué necesitaba tanto la aprobación femenina? ¿Por qué me costaba tanto decir “no”? ¿Por qué confundía atención con amor?
La respuesta estaba en mi falta de autoestima y en una educación emocional que me enseñó a agradar antes que a respetarme.
El cambio en Andrés no ocurrió de un día para otro. Fue el resultado de múltiples conversaciones dentro de Hombre Consciente, donde por primera vez se sintió escuchado sin juicio. En una de nuestras sesiones grupales, compartió su frustración: “No entiendo por qué, si siempre estoy para ellas, nunca me eligen. ¿Qué estoy haciendo mal?”
Lo que siguió fue un análisis colectivo, respetuoso y profundo. Varios miembros compartieron experiencias similares. Se habló del patrón de comportamiento conocido como simping, y se definió con claridad: no se trata de ser amable, sino de anularse para agradar. Andrés comenzó a ver que su forma de relacionarse estaba basada en una necesidad constante de validación externa, especialmente femenina.
Uno de los facilitadores del grupo le preguntó directamente:
“¿Qué parte de ti estás sacrificando para ser aceptado?”
Esa pregunta lo descolocó. Andrés se dio cuenta de que llevaba años ignorando sus propias necesidades, sus límites, incluso sus valores, con tal de no perder la atención de las mujeres que le interesaban. Había confundido amor con disponibilidad, respeto con sumisión, y afecto con utilidad.
Durante las siguientes semanas, Andrés trabajó en identificar sus patrones:
Reconoció que evitaba el conflicto por miedo al rechazo.
Admitió que su autoestima dependía de cómo lo trataban las mujeres.
Descubrió que su “bondad” era una estrategia para ser querido, no una expresión libre de sí mismo.
Este proceso no fue fácil. Hubo momentos de incomodidad, de vergüenza, de resistencia. Pero también hubo apoyo, escucha activa y herramientas concretas para reconstruirse. En Hombre Consciente, no se le ofrecieron soluciones mágicas, sino espacio para entenderse y redefinir su masculinidad desde el respeto propio.
El punto de quiebre no fue una crisis, sino un despertar. Andrés dejó de preguntarse qué debía hacer para ser elegido, y empezó a preguntarse qué tipo de hombre quería ser, independientemente de la aprobación externa.
Lo que aprendimos
- Ser un simp no es una identidad, es una etapa. Una que muchos hombres atraviesan por falta de referentes masculinos sanos, por miedo al rechazo o por una visión distorsionada del amor.
- Ser amable no significa ser servil.
- Amar no implica anularse.
- El respeto propio es la base de cualquier relación sana.
- La masculinidad no debe ser domesticada, sino integrada con conciencia.
Hoy, sigo siendo un hombre sensible, empático y afectuoso. Pero ya no me pierdo en los demás. Aprendí a poner límites, a cuidar mi energía, a elegir relaciones donde haya reciprocidad. Dejé de buscar aprobación y empecé a construir autoestima.
Para quienes se reconocen en esta historia
Si alguna vez has sentido que das demasiado y recibes muy poco, si has vivido esperando que te vean, que te elijan, que te valoren… te invito a cuestionar ese patrón. No estás solo. Muchos hombres han pasado por lo mismo.
Ser un simp no te hace débil. Te hace humano. Pero es momento de despertar. De dejar de vivir para agradar y empezar a vivir para ser auténtico.
La masculinidad consciente no se basa en complacer, sino en respetarse a uno mismo.